martes, 29 de abril de 2008

Metonimia

Sentir el roce
de los labios
temblando,
apagando con el aliento
el fuego que mi boca encierra,
sentir la piel
de sus manos fuertes
recorriendo con la punta
de los dedos
mis brazos desnudos.

Saberlo mío
al lado de mi propio encuentro,
tejer mis sueños
con sus anhelos ocultos,
encerrarme entre sábanas
e imaginar que no hay más...

Nada hay más allá
de sus ojos y los míos,
un putno en el horizonte
que espera ser tocado,
sin ser parte de un verso absurdo
que pretenda encallar en mis muslos.

Sentir el color,
los colores de un espíritu indomable,
envolviendo mi ser
con una estela de sal,
de humo,
de ocres y fuegos fatuos.

Recordaba la sangre de sibila
mientras Orfeo y su arpa
se hundían en la negrura del Hades.

Eurídice esperando
que jamás su faz viese, hasta llegar a la luz...
ese espectro que creamos
para no ser lo que ya hemos sido.

Dejar de correr
para encontrar al final
el objeto de nuestra estancia,
y cubrir con máscaras
el horrible sentido de no saber
por qué estamos aquí.

Sentir de nuevo la piel
rota de no sé qué tanto vivir,
en medio de cálidas ráfagas
que no dejan pensar.

Estertores paradójicos
y la vela chisporroteando
anuncia la llegada de Apolo,
el fin del reino de los amantes,
deconstrucción del genocidio
para convertirse en vida,
nuestras vidas.

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