martes, 9 de octubre de 2007

Era sangre

Soplaba tan fuerte el viento que no me dejaba oir lo que gritaban las estrellas. Desde la ventana con los ojos fijos en el horizonte, retorcía un trozo de tela como si de ello dependiese el destino de mid suspiros. A ratos, el silencio era aterrador. No había nadie cerca, sólo el aire y las estrellas, una tímida nube que se paseaba por la alameda... ni la luna se aparecía en mi presencia. Parecía que el amanecer estaba lejos, que nunca llegaría, y casi... puedo asegurar que casi no llega.

El canto eólico de pronto cesó y no quedaban más que murmullo de insectos nocturnos... pude oir a lo lehos el llanto de un violín, persistente. Todo estaba tan quieto. Se acercaba poco hacia donde yo estaba. Cada vez oía más fuerte la músiuca desgarradora, casi perfecta. En medio de la oscuridad que envolvía el jardín, pude ver luces que se movían en dirección a mí. un par de luces verdes, brillantes, que danzaban acompasadamente. También se quedaron quietas. Fue entonces que una brisa comenzó a soplar y a recorrer mi cuerpo desde los tobillos hasta el cuello, era una brisa gélida, casi infernal.

Cerré los ojos, no podía mirar más aquellas luces que comenzaban a enrojecer, lodisfruté. era como si recorrieran mi cuerpo con un solo dedo, tal delicadamente que no pude evitar estremecerme.

Estaba como en un trance, el violín no dejaba de sonar, y no distinguía ya de dónde venía. Sentía flotar mi cuerpo, a punto de salir por la ventana, escuchaba una voz suave, grave, seductura, diciendo a mi oído cosas que no alcanzaba a entender, en un lenguaje lejano...¿acaso de otra vida mía?

La calidez entró por mi cuerpo como un trago de buen vino, y se expandió y me recorrió por un instante que me pareció una eternidad.

De pronto el dolor intenso se apoderó de mi boca, estaba encendida con los labios de no sé qué ser, ardía com la peor pesadila en mi cerebro, ya sólo sentía ese dolor apoderarse de mi conciencia.

Vi sangre. La música subía de intensidad, era cada vez más violenta. el dolor me intoxicaba y cuando pude ver algo, era ya muy tarde.

Estaba cayendo, estaba a punto de chocar con el suelo... estaba cayendo.

Ahora es muy vago lo que viví antes de esa noche, tengo algunos recuerdos de una vida lejana, que no logro comprender.

Decía que casi no llega el amanecer. Lo último que vi fueron un par de ojos mirando fijamente en lo que me quedaba de alma, ojos que brillaban cegadoramente y escrutaban en mi interior. No puedo decir que fue lo más triste de esa noche: el último sol en sus ojos o la luna nueva.

Lo cierto es que desde entonces, vago sola por parajes que nunca hubiesae imaginado. No sé si estoy viva o muerta, si sólo he de despertar alguna mañana o si alguien habrá de despertar algún día.

La quimera que me acompaña y las visitas de mi amado, son lo más cercano a la realidad permanente que tengo. He recorrido distancias impensables en unos segundos y he visto morir a cientos de miles. Lo único que queda es entender porqué, por qué yo hace centurias...