jueves, 20 de septiembre de 2007

Crepúsculo

El retoño de la luz
escurre por la boca
como saliva tibia.

Humedece el deseo,
con la punta de los dedos
ennervados,
colapsados con el veneno
que fluye por las venas
quebrantadas de fiebre,
y se asoma el matiz
de una sonrisa... siempre.

Bosquejos en seda de la piel,
del sudor, salados vientres,
que son olas en el manto de esos ojos,
que amanecen sin ser ciertos,
que retuercen sus lenguas
para alcanzar unas manos...

¿Las ves?
Gritan tu nombre,
palpitan y se enardecen
ante el calor distante que irradia
tu ser corrompido por la rutina.

Quieren tocarte,
sentir el color de la noche en ti,
contigo,
bajo el manto lúgubre
de estrellas que mueren
a cada beso postergado por la duda.

Despierta,
abandona el letargo
ese que no te deja abrazarlas,
amarlas...

Siente las uñas en la carne,
desgarrando la espalda,
besando cada hilo de tu ser.

El humor fluye por el pulmón
y el corazón ya no está en el pecho,
pertenece a su vientre...
mientras, recorre los besos
guardados en las palmas de opio
y muere un instante...
sin respirar...
a su lado,
en su boca.

Espera el alba después,
y con el toque más fúnebre
se despedirán de tus labios
con los dientes rojos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una poesía triste. Se feliz. Besitos desde sevilla.

Jana Suro dijo...

¿De verdad crees que es triste? ¿por qué? yo lo clasificaría más bien entre gris y verde seco con destellos rojizos de sangre y pasión. Mil gracias por tu comentario. Un abrazo.