jueves, 22 de mayo de 2008

Después de todo...

... no soy tan buena como creía.

A veces la vida, a fueza de guamazos nos enseña lo que tenemos que aprender. Hoy aprendí algo muy importante: no soy tan buena como creía, pero puedo empezar por hacerme caso de vez en cuando. Hacerle caso a esa voz interna a pesar de las instrucciones, a pesar de mis propios miedos y de mis propias seguridades. Hacerle caso a esa magia que sé que siempre he tenido. Hoy leí un post de una amiga. Me encantó. Habla de esa magia.

De cuando en cuando, me atrevo a hacer caso a mi yo, a mi misma, en diferentes momentos, y el resultado no es malo, en serio. Pero hoy, caí, y recordé una frase en boga dentro de ciertas oficinas: para saber obedecer hay que saber mandar. si no supe seguir una instrucción, supongo que se debe a dos posibilidades; la primera, me dieron una instrucción mal, o segunda, no soy buena dando instrucciones. No creo que sea cosa de interpretación, sólo de conciencia y de seguridad.

De cualquier modo ésto no es otra cosa que un lapsus. No estoy satisfecha con mis resultados. He de exigir más de mi misma, y sobre todo, he de aventurarme a escuchar a esa buena amiga que tengo y que nunca me ha fallado, a Laura Cristina.

Me voy a dormir en la conciencia de que el sueño debe ser reparador, debe sanar mis heridas del día, alimentarme y dejarme despertar con un nuevo sol, con un espíritu renovado que me dirija hacia donde deba llegar. Cada día se construye, pero sin magia es imposible. Soy una convencida de que la realidad se construye con sueños, con fantasías, con magia.... gracias Li.

lunes, 12 de mayo de 2008

Cuando la amistad....

....es sólo un "recordar con mucho cariño", es posible que en realidad esa amistad a la que le apostatste no echó raíces y fue sólo un conjunto de buenos o malos momentos, que definitivamente formaron en ti lo que eres el día de hoy.

Hace un par de días, me econtré con los papás de una entrañable amiga, que por sus circunstancias personales y sus propios demonios, decidió desaparecer y perder el contacto con todo lo que tuviera qué ver con su pasado. Me pareció razonable.

Sin embargo mi coranzoncito me decía que no era justo, para mi por lo menos, considerando que ambas nos acompañamos en momentos muy difíciles de nuestras vidas adolescentes y críticas. Me dolió mucho el día que, después de una decena de llamadas sin éxito, su madre pos fin accedió a darme información:

-Mira Laurita, no está.
- ¡Qué caray, pero qué mala suerte tengo! ¿Llegará al rato?
- Nop. Mira Laurita, se fue de León.
- (!Ah chingá! pensé) ¿Cuándo, cómo, a dónde, de vacaciones?
- Pues no. Se fue hace ya tiempo, y pues, no te puedo decir a dónde, porque pidió que NADIE lo supiera..... blablablabla.... contenta..... blablablabla..... lo que le gusta.
- Ok. Pero ¿está bien?
- Uuuuyyyy sí. Muy bien, muy contenta.
- Bueno, qué gusto. Me la saludas.

La palabra en MAYÚSCULAS es el fondo del asunto: nadie. De verdad que no puedo explicar exactamente que fue lo que sentí. Fue una serie de sentimientos encontrados que nunca voy a saber a qué parte de mi cuerpo se fueron a esconder. Por lo pronto me acuerdo y lo siento entre un pulmón y el hígado.

No tengo mucho qué decir del efecto que la palabra "nadie" tuvo en mi aquel día, porque ciertamente, su propia mamá me llegó a llamar muy desconcertada, pidiéndome que acudiera en ayuda de su hija, mi amiga, cosa que me pareció bastante bien dadas las circunstancias que vivía en aquél entonces mi entonces amiga; información que agradecí a su mamá por la confianza y el hecho de saber que en realidad era la persona en la no sólo ella más confiaba, sino toda la familia, a la que sentía como mía, incluso a la pequeña Chiquita II.

Luego me fui enterando de las formas más absurdas que estaba aquí, prácticamente que nunca se fue. Sal en la llaga.

Y debo reconocer que si ella me hubiese dicho la necesidad que tenía de no ser molestada, yo hubiera accedido gustosa, siempre que supiera que ella estaba bien, porque a los amigos se les quiere y nos preocupan. Pero no fue así.

Cuendo por fin la vi, luego de mucho tiempo, me acompañó a un evento muy triste, estuvimos juntas como antaño, apoyándonos, y resulta que ya se iba, ahora sí, a otro lado. Estaba feliz, y yo me elegré por su alegría y porque la tenía de vuelta.

Pasó más tiempo, y de la misma forma absurda me enteré que iba a ser bendecida con la gracia de la maternidad que tanta ilusión le daba y tanto tormento constituyó cuando luchó contra un desorden alimenticio.

Me la encontré con sus hermanos un buen día, meses después, con panza y todo.

- Lauritaaaa! llámame, para que conozcas mi casa.
- Claro, también puedes anotar mi número y contestar mis correos....
- ¿Pues a cuál me escribes? Pero no, háblame.
- Al que me diste, al de siempre, al que me dijiste que siguiera escribiendo.
- Ah, pues ese ya lo cancelé desde hace años, blablablabla.... fwd....blablabla
- Sale, pues tu hermana tiene mi nextel, igual pudo llamar, como antes ¿no?

No sé que más le dije, pero no fue nada ameno el minuto.

Sobra decir que con los orgullosos abuelos iba la pequeña, igualita a ella. Me dio gusto y, por respeto a la amistad que un día tuvimos, no pregunté más.

-Qué gusto verlos señores.
- Ay Laurita, a nosotros también, siempre te recordamos con mucho cariño.